Los bloqueos artísticos y cómo evitarlos

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Sé cauto con el perfeccionismo

Puede parecer que voy a contradecir algo que dije anteriormente, cuando hablaba del detalle, pero no es así.

Está bien ser exigentes con nosotros mismos, pero hay que tener cuidado. De entrada, lo que hay que buscar es avance, no necesariamente perfección. Y pasa también que al corregir, y volver a corregir, uno corre el riesgo de desproveer a la obra de su esencia, del gesto que en un principio la originó. Ser un perfeccionista conlleva el riesgo de la sobrecorrección, de negar que nuestro primer impulso era válido. De ir quitando y quitando hasta que no queda nada de la belleza original de la idea. Buscar la pulcritud y trabajar el detalle no deben implicar sobrecorregir las cosas hasta hacerlas perder su sentido.

Aunque seamos exigentes con nosotros mismos, es necesario admitir que hay un punto en que la obra ya está lista, en que ya no vale la pena ni quitarle ni ponerle. Si la cosa no sale como querías, puedes destinarle un tiempo en pulirla, pero hay un momento en que hay que pasar a otra cosa. Joaquín Sabina dice que él no oye sus discos una vez que los termina de grabar. Él lo ve como una manera de tener la mirada siempre puesta en lo que sigue. Tiene razón, no hay que engolosinarse con lo que ya se hizo.

Hay que aprender a poner puntos finales y a echarse un clavado en la obra siguiente. Así, como si fuera un clavado, con impertinencia y con curiosidad.

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